Editorial identity on Leo Maslíah's short-story Rutinas para el tiempo libre.
This project was designed for Diseño 1 - Cátedra Gabriele.
FADU, Universidad de Buenos Aires.
2017, Argentina.
Cuando tengo algún tiempo libre, suelo dedicárselo a los hados del azar. Emprendo un paseo cuya dirección se va modificando de acuerdo a algún criterio como, por ejemplo, mirar la última cifra de la matrícula del último auto que se encuentre estacionado en cualquiera de las dos aceras de la cuadra en la que estoy. Supongamos que experimento una ligera preferencia por continuar mi camino en línea recta, por esa calle. Entonces, si la última cifra de la matrícula está entre el cero y el tres, continúo por esa calle. Si la cifra está entre el cuatro y el seis, doblo a la izquierda. Y si está entre el siete y el nueve, doblo a la derecha. Es claro que más de una vez, vale decir, si el azar me lleva a pasar una y otra vez por la misma cuadra, puede ocurrir que los vecinos me miren con desconfianza. Para estos casos, dispongo de varias rutinas. A la que utilizo con más frecuencia la denomino “relación pelo-sexo”.

[…]
Esta rutina diversifica mi conducta más que la basada en las cifras de las matrículas. Aquí ya no hay solamente tres conductas posibles, sino cinco. En efecto: si la primera persona visible (para mí) en la cuadra es rubia o pelirroja y es mujer, me fijo si en esa cuadra hay un quiosco. Si lo hay, compro una golosina y quedo exonerado de seguir dando vuelta a la manzana, pudiendo llegar hasta la otra cuadra, por la misma calle (tengo otras rutinas para el caso de que esa calle muera en la esquina, pero las mismas exceden el propósito del presente trabajo). Si no hay ningún quiosco, toco timbre en la primera casa cuya puerta no sea de color marrón, y si me atienden, pregunto por el Doctor Magurno. Si no me atienden, hago que me desmayo, y espero hasta que algún buen vecino llame a una ambulancia que me traslade a otra parte (para empezar otro camino con idénticas reglas a partir de allí, ni bien me hayan dado de alta diciéndome tal vez que sólo se trató de un momentáneo bajón de presión), o hasta que llueva, en cuyo caso contraigo para mis adentros la obligación de regresar a casa y mirar dos horas la televisión, sin encenderla.
[…]

Si me atienden y me dicen que ahí no hay ningún Doctor Magurno, quedo habilitado para doblar en la siguiente esquina en dirección contraria a la de mi giro anterior (el que me llevó de vuelta al mismo lugar). Nótese que en ambos casos (tanto recurriendo al quiosco como tocando timbre en la casa), mi conducta, frente a los curiosos, queda explicada dentro de los cánones habituales de la civilización, puesto que pueden pensar “el tipo se había ido pero volvió porque tuvo antojo de golosinas” o “el tipo estaba buscando el número de puerta y no lo encontraba”.




Si la primera persona visible es de cabello negro o castaño y es mujer, me tomo un colectivo que pare en esa cuadra, o en su defecto, un taxi, y me bajo después de un recorrido de doce cuadras (o de trece, si en la cuadra número doce, maldición, no hay parada). Si no pasan colectivos ni taxis, hago auto-stop. Y si nadie me para, me dirijo a la cuadra siguiente arrastrándome (si alguien me interroga acerca del motivo, le miento diciéndole que se trata de una promesa religiosa, cosa de permitirle, también en este caso, encuadrar mi conducta dentro de parámetros civilizados).

Si la primera persona visible es de cabello negro o castaño y es hombre, pierdo la memoria, y lo que haga de ahí en más dependerá de los consejos de quienes me asistan, o de las reglas de conducta que me dote a mí mismo a partir de entonces (recurrí a los oficios de un hipnotizador para que me indujera, si este caso se presentara, a una amnesia total).

You may also like

Back to Top